Los astutos

Que yo sepa, hay por lo menos un par de momentos en el Evangelio en los que el Señor elogia la astucia. El pasaje de este domingo, y aquella vez cuando dijo que había que ser cautos como serpientes (otras traducciones dicen astutos, porque es más propio de la serpiente ser astuta), y sencillos como palomas. ¿Por qué el Señor homenajea la astucia? Porque a bote pronto diría que el astuto se toma en serio lo que tiene entre manos, le da mil vueltas y es capaz de ofrecer una versión refinada de lo que parece muy simple. El novio que por fin le va a decir a su chica que se case con ella, se convierte en un tipo astuto. Aunque su carácter sea más bien pusilánime y poca cosa, a la hora de jugársela por su compañera de vida, organiza un entramado escurridizo a lo Agatha Christie. Vamos, que se lo curra para pedirle matrimonio. La astucia también aparece en lo padres cuando hacen de Magos por una noche, y se descalzan para que el parqué no les delate. La astucia también aparece en los mejores directores de cine cuando ofrecen lo mejor de sí mismos sin sobrealimentarse de ego, y no nos cuentan una historia burda. Porque el cine, en el fondo, es un artefacto astuto. Dalí en Nueva York se convirtió en un tipo la mar de astuto. Para darse a conocer se disfrazaba literalmente de loco, con sus muecas y sus extravagancias, y así llamaba la atención para que la gente se fijara en sus obras.

Es que la astucia se usa para muchas otras cosas, que los asesinatos y los robos están llenos de planificaciones astutas. Que es astuto quien vence en batalla engañando al enemigo con escuadras que parece que toman la iniciativa, pero cuyo movimiento es de pega. Así se montaba Saddam Hussein sus tanques de goma, para que desde el cielo pareciera un surtido intimidante de armas ofensivas. Hoy el Señor pone como ejemplo de virtud a un administrador injusto, que hace pifias para que no le pillen. ¿No es admirable que el Hijo de Dios ponga el ojo en algo así? Y termina diciendo que los hijos de la luz son poco astutos. Se refiere a nosotros, a los que buscamos a Dios con ganas. Pero parece que justamente nos faltan las ganas para dar con Él. Por eso somos pasivos, remolones, y la astucia no es nuestro fuerte.

Vuelvo al inicio, el astuto es alguien de por sí interesado en lo que tiene entre manos. El arquitecto que planea una capilla del Santísimo, por ejemplo, debería ser un profesional astuto, para hacer una obra maestra de concentración de la atención y una estancia profundamente bella. Me dio mucha pena ayer, entrar en la capilla donde iba a bautizar a un par de bebés y oír el comentario de una chica joven a mi espalda, ?qué frío es todo esto?. Y lo malo es que tenía razón. Parecía una capilla funcional que hubiera hecho las veces de almacén de jabones y material de limpieza. El arquitecto era malo con ganas, pero con un poco de astucia y amor habría encontrado recursos.

Ser astuto es no conformarse con los cuarto acordes para hacer una canción, me refiero a Bob Dylan. Revisa el último disco de su etapa folk para que veas toda esa astucia de sonidos que jamás habían salido a la luz hasta que llegó él. Pero claro, los hijos de la luz nos conformamos con lo cuatro acordes, la atmósfera rancia de los sonidos sensibleros, y aún hay mucha música religiosa que suena a ?Tú has venido a la orilla?. Y eso, además de impericia, es falta de amor, es no ser el novio astuto que hace cosas imposibles para hacer feliz a la mujer de su vida.