En la oración colecta del día de Pentecostés, pedíamos al Señor: ?No dejes de realizar hoy en el corazón de tus fieles aquellas mismas maravillas que obraste en los comienzos de la predicación evangélica?.
De esos comienzos es de lo que nos habla la primera lectura, donde el gran protagonista es San Bernabé, agregado al número de los Apóstoles.
Todo huele a coche nuevo:
Pablo y Bernabé son enviados definitivamente a quienes no provienen del judaísmo, e irán creando comunidades cristianas allá por donde van. Ya no hay distinción entre judíos y gentiles: todos son uno en Cristo Jesús. Basta creer en Jesucristo, dejarle entrar al hogar del alma y empaparse de su presencia, de sus palabras, de sus acciones. Ayudar a todos a mantener una relación personal con Jesucristo es el corazón de la evangelización: toparse con Él y dejarse cautivar por su presencia.
Mucho tuvo que soplar entonces el Consolador, y mucho tiene que soplar también hoy. ¡Nunca deja de soplar! Y guía a la Iglesia en los retos de la nueva evangelización, que son muchos.
Dicen de San Bernabé que ?era un hombre bueno, lleno de Espíritu Santo y de fe?. Pidamos hoy que sople el Espíritu en nuestros corazones y que nos llene de la audacia apostólica para enamorar a otros del Señor Jesús.